sábado, 16 de enero de 2010

3-Tipo de razonamiento

Artículo aparecido en La justicia social, 4 de febrero de 1990.

El domingo 18 de febrero pasé un tiempo en medio de los manifestantes de la Plaza de la Victoria. Constaté que muchos de ellos consideraban con agrado el siguiente razonamiento: “Todo es igual que antes. Iliescu = Ceauşescu”. La consecuencia evidente: “¡Abajo Iliescu! ¡Di-mi-sión! ¡La única solución/Otra revolución!”.
Atravesé largamente las filas de los manifestantes enardecidos, buscando caras conocidas, intentando entender a los robustos que se esforzaban por aniquilar a Iliescu. Parecía que la manifestación hubiera sido organizada con otro objetivo: terminar con la Seguridad. Pero no se sabe exactamente quién forma parte de la Seguridad, mientras que a Iliescu lo conoce todo el mundo. Y, desde el momento en que Iliescu es igual a Ceauşescu, los robustos que llamaban a una nueva revolución no eran, ante sus propios ojos, para nada inferiores a los que habían llevado a cabo la Revolución de Diciembre…

Es difícil encontrar una palabra que califique de algún modo este razonamiento.
El 21 de diciembre estuve en el Intercontinental. No podía estar en otra parte. Cuando el pueblo se reveló, estuve a su lado. La muerte pasó a través de nosotros. No le deseo a nadie vivir lo que yo viví entonces ni en las semanas que siguieron, cuando comprendí que yo seguía vivo, pero no así otros que estaban a mi lado. Sentí como si hubiera hecho trampa.

En aquellas horas llenas de desesperación y esperanza se imprimieron en mi mente muchas figuras. Busqué entre los manifestantes del domingo al menos una cara conocida. No encontré ninguna. Y me pregunté: ¿acaso entre ellos existe siquiera uno que haya luchado en la Revolución? En caso afirmativo, le pido por favor que me llame por teléfono (número 304045), para tomar una copa juntos como entre amigos, y que me diga: ¿la dimisión de Iliescu podría ser considerada una nueva revolución? ¿Quién pasaría a ocupar su lugar? Y ¿en interés de quién?

Nicolae Manolescu (hombre de una remarcable corrección en la época ceauşista) cree, en el diario Rumania Libre del martes 20 de febrero, que la manifestación fue “justa y patriótica”. ¡Perdón! No fue justa, y mucho menos patriótica. Justa no fue porque del objetivo inicial: liquidar la Seguridad, pasó a otros, para nada honorables.
Patriótica no fue de ningún modo. Porque ahora se trata de ¡res-pon-sa-bi-li-dad! Ya pasó el tiempo del “¡Abajo!” y del “¡Buu!”. En Diciembre todos gritamos “¡Abajo Ceauşescu!” porque indiferentemente de quién viniera después de él, no podría hacer males mayores. Ahora existen alternativas mucho peores.

No apoyamos incondicionalmente a Iliescu. Objeciones tenemos bastantes. En el equipo de conducción hay muchas personas que no merecen mi confianza. Estoy inquieto. A menudo no se me ofrece la posibilidad de elegir entre una posibilidad buena y una mala, sino entre dos malas.

¡Pero! Los problemas del país deben resolverse mediante el diálogo lúcido, la lucha política civilizada, y el espíritu democrático. (¡Señor, cuán pocos son los que, reconociendo que la democracia está en peligro, aceptan el espíritu y las leyes de la democracia!)

Se habla mucho de la confiscación de la revolución. Así es. El peligro es trágico y real. Muchos quisieran confiscarla. Por ejemplo, aquéllos a los que nadie vio en Diciembre por las calles (por supuesto: por entonces se moría) y ahora recuperan: La única solución, otra revolución.

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