sábado, 16 de enero de 2010

4-¡Detened la opresión informacional!

Artículo aparecido en La democracia, del 26 de marzo de 1990, año I, número 10.

La información significa poder. Es una verdad válida para cualquier sociedad, pero mucho más válida hoy, cuando la humanidad se dirige hacia la sociedad “postindustrial” (llamada también “informatizada”).

Sin la democratización de la información, el propio desiderátum de la realización de la democracia en Rumania se vacía de contenido; y los discursos sobre la reconstrucción del país van a quedar como simples discursos.

La discusión es muy larga, pero todo camino empieza con el primer paso. Tenemos que mirar la verdad a la cara. La falta de información es extremadamente grave en todos los ámbitos. Pero en las zonas de punta, en las que los productos se renuevan a una velocidad tal que muchos no se dan cuenta, la falta de información cobra dimensiones trágicas.

Nosotros ya no conocemos el nivel tecnológico mundial. Las revistas occidentales de especialidad dejaron de llegar a nuestro país más o menos desde 1980. La única información que se podía seguir consultando en un círculo restringido (en circuitos “esotéricos”) fue obtenida como consecuencia de unas culposas “relaciones con extranjeros”. Para la mayoría de los especialistas rumanos, el nivel tecnológico mundial está más allá del horizonte. Por el momento no sabemos en qué dirección debemos marchar para, apresurando el paso, alcanzar alguna vez a los países desarrollados.

A este aspecto que muestra ya la gravedad de la situación, debemos añadir otro más, que tiene un peso aún mayor: el aspecto moral. Mientras más importante es la información en un ámbito, más desolantes son los efectos de la protección de la información. Para un hombre (¿hombre?) que vive (¿vive?) fuera de la moral, el problema es simple: ¿cómo hacer para ser el único que sepa una determinada cosa y cómo sacar el mayor provecho de ser el único en saber esa cosa? La protección de la información llega a menudo al delirio. Los compañeros de trabajo esconden los unos de los otros documentación vital. Los asalariados que van a la propiedad privada. Desaparecen instrucciones del uso de unos aparatos sofisticados. Hay empresas que no brindan información utilizable sobre sus propios productos. Sobre esta gusanería flota el sórdido impulso de los cretinócratas: “¡Apañáoslas como podáis!”.

Está claro que no podemos hablar de nuestra alineación al nivel mundial mientras la información más reciente no circule libremente en la masa de especialistas. Ahora bien, la realidad supera a menudo, para mal, cualquier imaginación.

Para los especialistas que proyectan, construyen o reparan esquemas numéricos, una información vital son los catálogos de los componentes utilizados en el esquema. El catálogo comprende la descripción más detallada posible de unos tipos de piezas. Si éste está redactado por una empresa prestigiosa, el modo de utilización está tan bien precisado, que quienquiera que aplique correctamente lo que dice ahí, obtiene lo que quiere. Cuando el catálogo no está redactado por una empresa prestigiosa, entonces… viendo y haciendo. La falta de catálogos es, en el momento actual, desalentadora. No sólo para los productos de las empresas extranjeras, sino también para los productos de las empresas rumanas. Una situación tragicómica que conoce cualquiera que haya hecho una visita de abastecimiento a Conect-Bucarest: en la oficina de ventas de la respetable empresa (la única del país, especializada en conéctica) no existe un catálogo de los propios productos. El beneficiario (mejor dicho, el maleficiario), tiene que buscarse solo, el cómo es su problema, los códigos internos de fábrica de los productos deseados, de otro modo no puede ordenar nada.

El especialista rumano en software (programas de ordenador) siente muy fuertemente en carne propia qué significa la protección de la información. Aquí, peor que en cualquier otra parte, funciona, de un modo peculiar, el dicho “tienes el libro, te toca una parte”, es decir: ¿tienes el libro que describe las facilidades del programa que quieres usar? Entonces lo usas, lo que significa que eres especialista. No tienes el libro, la quedaste. Ves quién lo tiene e intentas llegar a un acuerdo. Vale cualquier medio. Repetimos: cualquier medio. No creáis que es una exageración. La ferocidad con la cual luchan algunos contra la circulación de la información revela sus móviles cuando se observa que, en ciertas situaciones, el 95% del logro profesional puede significar la utilización de la información, y sólo el 5% el trabajo. Para completar la imagen, la circunstancia agravante de que la disputa tiene lugar lo más a menudo alrededor de unas informaciones superadas no sólo a nivel mundial, sino también nacional.

Nuestra toma de posición no se va a limitar a un llamamiento a la moral. Después de veinticinco años de inmoralidad premeditada, el efecto de no importa cuántos llamamientos sería insignificante.

Los que ostentan el monopolio de la información no van a aceptar su democratización más fácilmente de lo que aceptaría cualquier otro privilegiado la pérdida de sus privilegios. La opresión informacional no es una figura de estilo. Existe, así como existe también una nomenclatura de la información. Nomenclatura que pretende ser meritocracia, y que por lo tanto reivindica el poder en base a unos méritos supuestos (para un distraído, son reales estos méritos). Los debates van a tener que ser llevados no sólo hacia desenmascarar el estado de hecho. De todos modos, la parte invisible del iceberg la conocen pocos y no es creíble que sean muy comunicativos. Habrá que dirigir los esfuerzos hacia la institución de un cuadro organizador y legal que liquide el estado de hecho. Empezamos una larga lista de imperativos, para cuya delineación tendrán que contribuir todos aquéllos que son hostiles a la opresión informacional.

1. Se impone encontrar el cuadro organizador por medio del cual se haga conocido a los especialistas el nomenclátor de los productos y servicios de las empresas rumanas y extranjeras. No sabemos qué se fabrica hoy en nuestro país, con qué rendimiento (real, no pretendido) y cuál es la perspectiva de fabricación.

2. La elaboración de la documentación de los productos debe transformarse en una obligación legal estricta y prioritaria. Es necesaria su validación por parte de los colectivos de especialistas. La puesta en circulación de informaciones erróneas deberá castigarse de modo severo. A menudo, hojeando una documentación, constatas que, si sabes de qué se trata, lo que lees se parece a algo conocido. Pero si no sabes… no vas a enterarte en la documentación. Como sea, no le aconsejamos a nadie que dé por bueno lo que dice ahí. Ya nos ha pasado.

3. La destrucción adrede, el deterioro o sólo la protección de la información debe verse, jurídicamente, como un acto de sabotaje. No es una exageración. El que hace inutilizable un aparato de un millón, escondiendo las instrucciones de uso, ¿es menos culpable que el que lo destruye físicamente? ¡En ambos casos, el aparato ya no puede ser usado!

4. Es vital la reorganización, a nivel nacional, de la documentación técnica. Es evidente que ésta debe transformarse en un objetivo prioritario de cualquier gobierno actual o futuro y que debe gozar de todos los fondos necesarios. Un ejemplo: la Biblioteca nacional de programas deberá rehacerse, con numerosas filiales en el país, de modo que contenga la mayor cantidad posible de programas entrados al país o elaborados aquí, con una documentación completa, conteniendo en la medida de lo posible también las fuentes comentadas (!!), y la distribución de los programas a los interesados que se haga a precios decentes, tal vez incluso gratis. ¿De qué tipo de utilización eficiente de los ordenadores puede tratarse si el usuario normal de micro y mini-computadoras no tiene la menor idea de la existencia de más del dos o tres por ciento de la cantidad de programas que se encuentran en el país?

5. Es vital la reorganización urgente de las bibliotecas científicas. Habrá que invertir en divisas para adquirir libros y revistas de la especialidad. Las bibliotecas deberán ser dotadas de talleres de multuplicación, de modo que los materiales en pocos ejemplares no lleguen al público (con el consiguiente riesgo de que desaparezcan o se deterioren), sino sólamente las copias. También habrá que poner a disposición del público copias baratas a precio de fábrica (no más, no importa la rentabilidad).

6. La reintroducción en el programa de los investigadores del día o días de biblioteca.

Hago hincapié en una última cosa. Entre el imperativo de la libre circulación de la información y las reivindicaciones de unos grupos reducidos relacionados con la defensa de la propiedad intelectual, existe una contradicción. Es necesaria un opción osada a favor de la libre circulación de la información. La gravedad de la situación nos impone esta elección.

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