sábado, 16 de enero de 2010

1-Introducción

Virgil Zbaganu murió por intentar mantener vivo el Partido Comunista Rumano después de la contrarrevolución de diciembre de 1989. Ante el abandono general y los miles de oportunistas que se pasaron a los nuevos partidos representativos en el nuevo sistema de explotación capitalista, Zbaganu intentó mantener la lucha desde el partido comunista al que siempre había pertenecido, y en el que todavía creía.

Esto no significa que fuera admirador de Ceausescu, contra el que salió a la calle en los días previos a la navidad de 1989, sino que, en un acto de coherencia poco habitual en esos tiempos, no renunció a su ideología, y se mantuvo firme creyendo que los obreros rumanos necesitaban que su partido, el comunista, continuara existiendo para luchar contra el saqueo capitalista que en 1990, cuando se decide volver a constituir el PCR, ya habia empezado a desmantelar toda la estructura productiva, toda la riqueza, de Rumanía.

Su intento, que tuvo ciertas repercusiones mediáticas, y que provocó que algunos periódicos de tirada nacional le entrevistaran, a veces para ridiculizar sus esfuerzos, aglutinó a otros comunistas que no corrieron a ocupar posisiones en los partidos capitalistas, y creó suficiente temor en el gobierno como para que Virgil sufriera un lamentable accidente que acabaría con su vida.

Asi en agosto de 1992 fue atropellado por un tren en unas circunstancias bastante sospechosas. El problema no era sólo que intentara mantener vivo al PCR, algo que los medios de comunicacion y su bombardeo propagandístico habrían podido mantener bajo control, como sucedió con otros partidos como el Partido de los Trabajadores, que al final terminó integrándose en el Partido Social Demócrata por causa, entre otras, de su invisibilizacion mediática.

El problema mas grave, desde el punto de vista del Frente de Salvacion Nacional, el partido que se creó en la "Revolucion" y que se hizo cargo de las instituciones en diciembre de 1989 para aplicar los dictados del FMI y de los intereses de las potencias occidentales, era que Zbaganu y los suyos reivindicaban la existencia del Partido Comunista de Rumania, que nunca habia sido disuelto por sus miembros, y por lo tanto no deseaban crear un nuevo partido sino continuar con su historia, incluyendo archivos, sedes y todo tipo de bienes.

Sin embargo, el FSN se habia hecho con el control de todo el PCR, de toda su estructura, y muchas de las sedes, archivos, bibliotecas, vehículos, etc.. del partido comunista habian sido "apropiados" ilegalmente por los nuevos dirigentes. No se trataba sólo de un problema político para el gobierno, sino de una denuncia económica.

La muerte de Zbaganu acabó con todos los intentos de continuar la historia del PCR en Rumanía. Al contrario, cualquier intento de revitalizar el comunismo se cuidó mucho de señalar que eran un partido diferente, y los nuevos partidos comunistas que hoy intentan salir a flote se llaman o "Nuevo Partido Comunista de Rumania", o "Partido Comunista de Rumania (no pecerista)" -es decir, remarcando que no tienen nada que ver con el PCR histórico-.

Tras la "muerte" de Virgil Zbaganu su hermano Gheorghitta (hoy miembro del NPCR) recopiló una serie de artículos y entrevistas a éste aparecidas en la prensa entre 1990 y 1992, que se publicó en la editorial Planeta, en Bucarest, en 1994, con el título "El siglo XXI será comunista o no ser", utilizando una expresión del propio Zbaganu.

El uruguayo Gabriel Artigue, por aquel entonces en Rumanía, tradujo el libro al castellano y colgó la traducción en internet, en Geocities. Desafortundamente, Geocities fue cerrada en el año 2009 y la traducción al español del libro de Zbaganu desapareció junto con el sitio web.

Con la intención de volver a colgar la traducción para que estuviera disponible para los interesados en lengua española, a través de Gheorghitta Zbaganu pude contactar por correo electrónico con Gabriel Artigue, en Uruguay, y este me dió la dirección de Sergi Sanchiz i Torres, español que por aquel entonces estuvo viviendo en Bucarest, y que guardaba una copia digitalizada de la traducción del libro.

A través de Sergi, que me envió amablemente una copia del texto de Gabriel Artigue, conseguí al fin el libro en español, que es el que hemos publicado en este blog. Personalmente no estoy totalmente de acuerdo con todo lo que dice Virgil Zbaganu, que a veces renuncia demasiado fácilmente, y quizás intentando atraer a mas posibles electores, a los logros del PCR durante los años que este gobernó en Rumanía, y donde se implantó un sistema socialista que tuvo, ciertamente, algunos errores, pero que logró que el pueblo rumano disfrutara del bienestar social característico de un sistema que primaba los derechos colectivos frente a los priviliegios individuales, y de un nivel de vida que, salvo después de 1980 (cuando Ceausescu intento pagar a marchas forzadas la deuda económica en la que había entrampado a Rumania tras equivocarse abriéndose hacia Estados Unidos y la CEE y alejarse del COMECOM) no tenía nada que envidiar, sino mas bien al contrario, de los paises capitalistas.

Sin embargo, el testimonio de Virgil Zbaganu es importante a la hora de entender, desde el punto de vista de un protagonista, que sucedió en la "Revolucion de diciembre de 1989" y en los momentos posteriores, de como todos los logros sociales del socialismo se destruyeron, y como el FMI y los oportunistas del PCR acabaron con todo el tejido productivo de Rumania para convertir al antes rico y poderoso país en una sumisa colonia de Estados Unidos.

La edición del libro corrió a cargo de Gheorghiţă Zbăganu
El prefacio es de Eugen Florescu
El epílogo de Silviu Şomîcu
La traducción: Jose Luis Forneo y Gabriel Artigue
Edicion del blog: Jose Luis Forneo

Nota del traductor: "La presente es una traducción del rumano de una compilación de artículos escritos por Virgiliu Zbăganu en la prensa y entrevistas que le fueran hechas entre 1990 y 1992, compilación que se publicó con el nombre de El siglo XXI será comunista o no será, en la editorial Planeta, Bucarest, en el año 1994. La única diferencia respecto al original es que aquí se omite el último artículo de la compilación. En la edición rumana de 1994 se añade: “Este libro ha sido editado con el apoyo del señor Gh. Sârbu”". (N. del t.)

2-Prefacio

He aquí un libro cuya aparición marca felizmente una evolución absolutamente necesaria en la vida de una Rumania empujada brutalmente (luego de diciembre de 1989) hacia una locura total cuyos principales actores han demostrado ser, en especial, los descendientes de unos partidos con pretensiones de liberalismo, pero, ¡ay!, con un abominable deseo de asfixia intelectual y con un fantástico apetito de trepar, solos, a los púlpitos de las prédicas para el siglo XXI.

Después de las bandas que asaltaron librerías y devastaron bibliotecas en aquel diciembre llamado “revolucionario”; después de que unos ocultistas se hubieran autoinstalado en la Casa de la Chispa, nombrándose ministros de cultura, y procedieran a la emisión de órdenes hitleristo-stalinistas de purga de libros (vergüenza que no conocía ni siquiera el país de Mandela en este fin de milenio); después de que nuevos Goebbels se agolparan en las editoriales del Estado, confiscándolas y solicitando la movilización de las marionetas del pasado bajo la monstruosa consigna de la “unidad por el odio”, individuos que, declarándose filósofos, se abalanzaron sobre los libros de escuela implantando la irracionalidad y extirpando a Marx; después de otros cientos de miles de otros hechos relevantes para el grado de degradación cultural que unos ostentaban con pretensiones de cultura, he aquí que las cosas empiezan a regresar a la normalidad.

No plenamente. No fácilmente. Porque los fanáticos están todavía en sus posiciones. Porque en el proceso del saqueo, su primer objetivo fueron los medios de comunicación, los medios de difusión y prensa y, por supuesto, los lugares desde los cuales se puede ejercer tranquilamente la censura, el bloqueo o la marginalización de sus adversarios.

Pero las barreras no podían durar más. Porque no encaja con la naturaleza de las cosas que la sociedad acepte la inquisición por mucho tiempo, cualquiera que sea su contenido ideológico. Pero también porque, casi siempre, en tales épocas sombrías la colectividad saca al frente a sus temerarios, los espíritus que ponen un signo de interrogación a todo y que no están dispuestos a aceptar eternamente lo miserable. Y, por más vergonzosa que haya sido la maniobra de los que habían intentado intimidar a sus adversarios, pidiéndoles que se callen, los que han permanecido dignos no fueron pocos, y uno de ellos se llamó Virgiliu Zbăganu.

A él le debemos las presentes páginas, que no son sino la prueba milagrosa de que la mente limpia, sana, no se deja embarrar por nada. Su padre era del Banat, y su madre de Vrâncea; él había nacido a las orillas del Timiş, el 10 de junio de 1954, a un año y medio de la muerte de Stalin. Hecho que le daba una serenidad terrible en lo que concierne a su “relación”, como miembro del Partido Comunista Rumano, con los hechos reprobables de una cierta parte de la historia de esta formación política. “Fuimos la tercera generación poststalinista”. “Nosotros no matamos a nadie en el Canal”, declaraba él con firmeza, ya en 1991. “En cambio yo, el 21 de diciembre [de 1989], estuve a un paso de ser matado”. De este modo, su alejamiento de cualquier práctica antidemocrática que había tenido lugar bajo la máscara de la idea comunista es total. Él se había preparado para servir a las ideas socialistas, era ingeniero y cursaba estudios en una segunda facultad, sin estar de acuerdo, sin embargo, con las deformaciones totalitarias, prueba de que en el momento del levantamiento popular de diciembre se encontraba en las primeras filas en el Intercontinental. Aunque había estado al borde de la muerte, él permaneció lúcido. “El juicio al comunismo lo haremos nosotros”, declaraba él a un periodista. “Analizando lo que estuvo mal, pero también lo que estuvo bien. Esto es lo que hay que analizar. Veamos qué fue limpio y qué fue sucio, sin arrojar al niño al mismo tiempo que el agua”. Iba con lucidez hasta tal punto que, criticando duramente a Ceauşescu, tenía la fortaleza para decir: “No todas las afirmaciones hechas por Ceauşescu fueron erróneas”.

Virgiliu Zbăganu demuestra ser, de este modo (sobre todo en estas etapas de deslices en partidarismos estúpidos, lo que el presente libro demuestra con brillo), una gran conciencia. “Él fue de aquéllos que han sabido ver/ No sólo su harina de la caja”, como decía un gran poeta. El fue, por sobre todas las cosas, un hombre que no ha traicionado. Cuando muchos de los que se hacían los comunistas terribles habían escapado al instante, bruscamente, cuando ideólogos que te habrían comido por cualquier idea no ortodoxa temblaban de miedo bajo las mantas, él, Zbăganu, muestra que la cobardía no era el rasgo definitorio de su carácter. Fue con el espíritu en alto hasta el punto de que, sin haber tenido ninguna responsabilidad en las filas del partido antes de 1989, estimó necesario considerarse uno de los obligados moralmente a asumir la responsabilidad, sea triste o placentera, del portaestandarte, el 22 de junio de 1991, haciendo pública la decisión de conducir el grupo de reorganización del P.C.R.

La decisión tomada por Virgiliu Zbăganu en este sentido se ve claramente en este libro; la idea de reorganizar el P.C.R. derivaba, como se expresaba él en octubre de 1991, del “desastre en que se encuentra, en el momento actual, nuestro país”. Consideraba que las grandes masas trabajadoras tienen que ser concientizadas y organizadas para salir de este desastre. Partía, en su acción, de la primera gran mentira que lanzaron las fuerzas de derechas, viciando la realidad con el objetivo de manipular a las multitudes: la de que la revolución de diciembre habría tenido desde sus orígenes un carácter anticomunista. “Falso”, indica él, en calidad de testigo ocular y aduciendo como prueba los nombres de los hombres que habían estado a su lado. “Nadie gritó el 21 de diciembre de 1989 «queremos capitalismo, queremos pobreza, queremos desempleo, queremos ser despreciados». Es más, el 23 de diciembre, en la fachada de la Fábrica de Mecánica Fina”, de donde salió la primera columna obrera en la noche del 21 al 22 de diciembre, “ponía: «La fábrica es nuestra», y no «Queremos que nos privaticen la fábrica»”.

Me encontré varias veces con Virgiliu Zbăganu en los años 1991 y 1992. Hemos mantenido juntos unas conversaciones amplias, destinadas a la publicación, que se encuentran en este volumen, y lo ayudé a editar, en el marco de la revista Democracia, el primer número postdecembrista de la revista La Chispa. Me impresionó en él la vastedad y la profundidad de su formación política, filosófica e histórica, junto a la frescura y la sinceridad del modo de abordar cada problema, cualidades que le daban una capacidad especial de objetividad en el análisis de los hechos y de los fenómenos sociales.

Nadie planteó como él, por ejemplo, el problema de la separación neta de las aguas en dos: entre la teoría socialista y comunista de Marx y la práctica totalitaria stalinista. El identificar la teoría de Marx con sus falsificaciones es posible, en su opinión, “sólo si tenemos un sistema de falsificación de la historia bien puesto a punto”. ¿Paradoja? Virgiliu Zbăganu, que había asumido la tarea de reorganizar el P.C.R., se declara de acuerdo con la consigna “¡Abajo el comunismo!”, pero ¿en qué sentido? Si partimos, decía, de “la noción confusa de comunismo, que significa: lo que ha habido antes, es decir, el sistema totalitario, la dominación del partido único, con estructuras internas no democráticas, que no favorecían la dictadura de las masas, sino la de un número reducido de personas, con una economía fuertemente estatizada, que transforma el servir al Estado en la única fuente de existencia”. Estaba convencido de que en la única experiencia de construcción socialista se marchó según un solo modelo, el soviético, que tenía en sus bases el sistema totalitario. Pero, precisaba él, no encontraremos en la ideología comunista las fuentes de este modelo totalitario. “Si esto es comunismo”, declaraba Virgiliu Zbăganu, “entonces nosotros, los comunistas rumanos, ¡hemos sido siempre anticomunistas!”.

Lo que había que liquidar, afirmaba con firmeza Virgiliu Zbăganu, era el sistema totalitario y no la atracción de las masas hacia el poder. El pueblo rumano es un pueblo de izquierdas, opinaba. Es un pueblo pobre. La derecha no puede tener su base en las masas. De este modo, es memorable su apreciación: “Si los hombres de calidad son de derecha, esto no es sino una tragedia”. Porque la derecha no puede asegurar la evolución positiva de nuestro país. Y porque no se puede hablar de democracia sin la izquierda.

Rechazando las insinuaciones de acuerdo a las cuales el totalitarismo sería un rasgo obligatorio de la aplicación de la teoría marxista, insinuaciones lanzadas por aquellos que quieren comprometer el comunismo, Virgiliu Zbăganu se esforzó en demostrar que, por el contrario, el P.C.R. no es ipso facto un partido de “extrema izquierda”. “La fórmula extrema izquierda”, me decía muy racionalmente, en el marco de una de las conversaciones comprendidas en este volumen, “designa un movimiento insurgente, que rechaza el marco democrático”, precisando que “ninguna de estas características se encuentra en el Programa ni en los Estatutos del P.C.R.”, así como los había concebido el grupo de iniciativa conducido por él.

Extraordinariamente exactas, así como se verá también en el libro, son las apreciaciones que Virgiliu Zbăganu realizara respecto a los problemas económico-sociales de base del mundo contemporáneo, como también en la relación con la situación actual y el futuro de Rumania. En una época en la que hasta los economistas con pretensiones repetían como loros las fórmulas-acusaciones del tipo “los errores” de haber pagado las deudas, de haber construido una industria poderosa, de haber hecho hincapié en la construcción de viviendas, etc., Virgiliu Zbăganu estaba al lado de los que tenían el coraje del abordaje
científico. “Nosotros decimos”, declaraba, “basados en conclusiones científicas exactas, que para un país pobre la deuda es una carga, mientras que para un país rico es una simple bagatela. Por lo tanto, los problemas se plantean de modo diferente. A los pobres la deuda los arruina. A los ricos los favorece. ¡Ésta es la verdad! El ejemplo de los Estados Unidos, que tiene también, supuestamente, deuda. ¡Por favor! La deuda estadounidense la pagan de hecho los países pobres. Sólo para los ingenuos esto no está claro. En lo que concierne a países como Rumania, las cosas se presentan de modo totalmente diferente. No podemos admitir las mistificaciones por medio de las cuales se nos intenta cegar, hoy. Existe, y no sólo en países como el nuestro, un «umbral del peligro», en el caso de la deuda. Los economistas lo conocen. Para nosotros, se encuentra en el límite de varios billones. Hemos vivido, hemos sentido este umbral. ¿Cómo es posible, entonces, que nos comparen con los Estados Unidos? Allí el umbral del peligro es muy otro. ¿Acaso creen que somos tontos?”.

No, a él, a Zbăganu, no lo consideraban tonto. Por eso, mientras que olas de “economistas” desfilaban por la pantalla chica, el medio de información más difundido, para “demostrar” a los rumanos por qué tenemos que endeudarnos, Zbăganu no fue invitado jamás. Su voz no tenía que oírse. Teníamos que ser empujados hacia el “umbral del peligro”, así como no debían conocerse sus réplicas tan tajantes, por demostración científica, referidas a la destrucción de la industria rumana, o a las interpretaciones groseras de la economía de mercado, a la cual consideraba “identificada abusivamente con el capitalismo”. “No estamos a priori en contra de las privatizaciones”, decía, “pero estamos sin embargo en contra del abordaje primitivo y deshonesto”, así como le parecía que procedía Petre Roman. Virgiliu Zbăganu fue de los primeros que rechazaron, aquí en Rumania, la “terapia de shock”. También él fue el primero en apreciar mediante el cálculo el tiempo de caída económica de Rumania. Cuando, en la revista Democracia, publiqué su apreciación respecto a que el regreso al nivel del año 1989 no se podrá lograr antes del año 2010, el periodista Ion Cristoiu le preguntó muy sorprendido sobre esto en una conferencia de prensa en Cotroceni a Ion Iliescu. La respuesta fue que el señor presidente no había leído semejante apreciación. Luego se confirmaría sin embargo que no era Virgiliu Zbăganu quien erraba. Sino otros.

¡Casi un cuarto de siglo, pues, no de estancamiento, sino de derrumbe, recaen sobre los hombros de los rumanos! ¿Era entonces caprichosa la opinión de Virgiliu Zbăganu respecto a que hay “una trágica necesidad de un Partido Comunista”? Un partido que diga la verdad y que no se deje intimidar ni de las acusaciones que se le dirigían (mientras que otros partidos no asumían ningún tipo de pasado), ni de los nuevos amos del mundo, terriblemente brutales al imponer estas teorías. Que están lejos de ser las mejores.

En lo que concierne al Partido Comunista Rumano, Virgiliu Zbăganu no admitió en ningún momento su desaparición. “¡Sí, existe!”, declaraba él ya en 1991. “El Partido Comunista existe no sólo de facto, sino también de jure. De jure porque no existe ningún documento jurídico que haya interrumpido su actividad; de facto porque miles de comunistas honestos han conservado sus carnés y se siguen considerando comunistas. Además de éstos, existen cientos de miles de comunistas que no han tenido jamás carné”.

Por ello la idea de reorganizar el Partido Comunista, y no de refundarlo.
Idea fuertemente presente en este libro, compuesto por los textos publicados por Virgiliu Zbăganu entre los años 1990 y 1992, o que han quedado en manuscrito y que constituyen una prueba perentoria de que hombres extraordinarios fueron aniquilados simplemente por parte de unas mediocridades surgidas después de la vuelta (¡qué triste constatación!) de… la época de la democracia.

“El siglo XXI”, decía él (y esta idea ha dado el título al presente volumen), “será comunista o no será”. ¡Qué cálculos complicados, qué responsabilidades pesadas están comprendidas en esa idea! “El hombre es comunista genéticamente”, declaraba el joven ingeniero que creía en otra cara de la revolución y argumentaba: nacemos con la idea de la igualdad, de la justicia, de la libertad, con el espíritu de colectividad, de alegría entre los hombres y no contra ellos.

¿Apreciaciones y aspiraciones idílicas? El tiempo va a verificar el pensamiento de Virgiliu Zbăganu. No es necesario, sin embargo, estar completamente de acuerdo con él para darse cuenta de que en estos cinco años que han pasado desde los acontecimientos de diciembre de 1989, ha aparecido y se ha apagado entre nosotros la estrella de un verdadero hombre político. Un espíritu lúcido, un gran carácter, un hombre que no traicionó sus ideales de socialista, un denunciante de dogmas, de dondequiera que éstos vinieran, un ardiente patriota, un portador de bandera hacia lo que Panait Istrati, su escritor favorito, llamaba “otra llama”.

Eugen Floresc

3-Tipo de razonamiento

Artículo aparecido en La justicia social, 4 de febrero de 1990.

El domingo 18 de febrero pasé un tiempo en medio de los manifestantes de la Plaza de la Victoria. Constaté que muchos de ellos consideraban con agrado el siguiente razonamiento: “Todo es igual que antes. Iliescu = Ceauşescu”. La consecuencia evidente: “¡Abajo Iliescu! ¡Di-mi-sión! ¡La única solución/Otra revolución!”.
Atravesé largamente las filas de los manifestantes enardecidos, buscando caras conocidas, intentando entender a los robustos que se esforzaban por aniquilar a Iliescu. Parecía que la manifestación hubiera sido organizada con otro objetivo: terminar con la Seguridad. Pero no se sabe exactamente quién forma parte de la Seguridad, mientras que a Iliescu lo conoce todo el mundo. Y, desde el momento en que Iliescu es igual a Ceauşescu, los robustos que llamaban a una nueva revolución no eran, ante sus propios ojos, para nada inferiores a los que habían llevado a cabo la Revolución de Diciembre…

Es difícil encontrar una palabra que califique de algún modo este razonamiento.
El 21 de diciembre estuve en el Intercontinental. No podía estar en otra parte. Cuando el pueblo se reveló, estuve a su lado. La muerte pasó a través de nosotros. No le deseo a nadie vivir lo que yo viví entonces ni en las semanas que siguieron, cuando comprendí que yo seguía vivo, pero no así otros que estaban a mi lado. Sentí como si hubiera hecho trampa.

En aquellas horas llenas de desesperación y esperanza se imprimieron en mi mente muchas figuras. Busqué entre los manifestantes del domingo al menos una cara conocida. No encontré ninguna. Y me pregunté: ¿acaso entre ellos existe siquiera uno que haya luchado en la Revolución? En caso afirmativo, le pido por favor que me llame por teléfono (número 304045), para tomar una copa juntos como entre amigos, y que me diga: ¿la dimisión de Iliescu podría ser considerada una nueva revolución? ¿Quién pasaría a ocupar su lugar? Y ¿en interés de quién?

Nicolae Manolescu (hombre de una remarcable corrección en la época ceauşista) cree, en el diario Rumania Libre del martes 20 de febrero, que la manifestación fue “justa y patriótica”. ¡Perdón! No fue justa, y mucho menos patriótica. Justa no fue porque del objetivo inicial: liquidar la Seguridad, pasó a otros, para nada honorables.
Patriótica no fue de ningún modo. Porque ahora se trata de ¡res-pon-sa-bi-li-dad! Ya pasó el tiempo del “¡Abajo!” y del “¡Buu!”. En Diciembre todos gritamos “¡Abajo Ceauşescu!” porque indiferentemente de quién viniera después de él, no podría hacer males mayores. Ahora existen alternativas mucho peores.

No apoyamos incondicionalmente a Iliescu. Objeciones tenemos bastantes. En el equipo de conducción hay muchas personas que no merecen mi confianza. Estoy inquieto. A menudo no se me ofrece la posibilidad de elegir entre una posibilidad buena y una mala, sino entre dos malas.

¡Pero! Los problemas del país deben resolverse mediante el diálogo lúcido, la lucha política civilizada, y el espíritu democrático. (¡Señor, cuán pocos son los que, reconociendo que la democracia está en peligro, aceptan el espíritu y las leyes de la democracia!)

Se habla mucho de la confiscación de la revolución. Así es. El peligro es trágico y real. Muchos quisieran confiscarla. Por ejemplo, aquéllos a los que nadie vio en Diciembre por las calles (por supuesto: por entonces se moría) y ahora recuperan: La única solución, otra revolución.

4-¡Detened la opresión informacional!

Artículo aparecido en La democracia, del 26 de marzo de 1990, año I, número 10.

La información significa poder. Es una verdad válida para cualquier sociedad, pero mucho más válida hoy, cuando la humanidad se dirige hacia la sociedad “postindustrial” (llamada también “informatizada”).

Sin la democratización de la información, el propio desiderátum de la realización de la democracia en Rumania se vacía de contenido; y los discursos sobre la reconstrucción del país van a quedar como simples discursos.

La discusión es muy larga, pero todo camino empieza con el primer paso. Tenemos que mirar la verdad a la cara. La falta de información es extremadamente grave en todos los ámbitos. Pero en las zonas de punta, en las que los productos se renuevan a una velocidad tal que muchos no se dan cuenta, la falta de información cobra dimensiones trágicas.

Nosotros ya no conocemos el nivel tecnológico mundial. Las revistas occidentales de especialidad dejaron de llegar a nuestro país más o menos desde 1980. La única información que se podía seguir consultando en un círculo restringido (en circuitos “esotéricos”) fue obtenida como consecuencia de unas culposas “relaciones con extranjeros”. Para la mayoría de los especialistas rumanos, el nivel tecnológico mundial está más allá del horizonte. Por el momento no sabemos en qué dirección debemos marchar para, apresurando el paso, alcanzar alguna vez a los países desarrollados.

A este aspecto que muestra ya la gravedad de la situación, debemos añadir otro más, que tiene un peso aún mayor: el aspecto moral. Mientras más importante es la información en un ámbito, más desolantes son los efectos de la protección de la información. Para un hombre (¿hombre?) que vive (¿vive?) fuera de la moral, el problema es simple: ¿cómo hacer para ser el único que sepa una determinada cosa y cómo sacar el mayor provecho de ser el único en saber esa cosa? La protección de la información llega a menudo al delirio. Los compañeros de trabajo esconden los unos de los otros documentación vital. Los asalariados que van a la propiedad privada. Desaparecen instrucciones del uso de unos aparatos sofisticados. Hay empresas que no brindan información utilizable sobre sus propios productos. Sobre esta gusanería flota el sórdido impulso de los cretinócratas: “¡Apañáoslas como podáis!”.

Está claro que no podemos hablar de nuestra alineación al nivel mundial mientras la información más reciente no circule libremente en la masa de especialistas. Ahora bien, la realidad supera a menudo, para mal, cualquier imaginación.

Para los especialistas que proyectan, construyen o reparan esquemas numéricos, una información vital son los catálogos de los componentes utilizados en el esquema. El catálogo comprende la descripción más detallada posible de unos tipos de piezas. Si éste está redactado por una empresa prestigiosa, el modo de utilización está tan bien precisado, que quienquiera que aplique correctamente lo que dice ahí, obtiene lo que quiere. Cuando el catálogo no está redactado por una empresa prestigiosa, entonces… viendo y haciendo. La falta de catálogos es, en el momento actual, desalentadora. No sólo para los productos de las empresas extranjeras, sino también para los productos de las empresas rumanas. Una situación tragicómica que conoce cualquiera que haya hecho una visita de abastecimiento a Conect-Bucarest: en la oficina de ventas de la respetable empresa (la única del país, especializada en conéctica) no existe un catálogo de los propios productos. El beneficiario (mejor dicho, el maleficiario), tiene que buscarse solo, el cómo es su problema, los códigos internos de fábrica de los productos deseados, de otro modo no puede ordenar nada.

El especialista rumano en software (programas de ordenador) siente muy fuertemente en carne propia qué significa la protección de la información. Aquí, peor que en cualquier otra parte, funciona, de un modo peculiar, el dicho “tienes el libro, te toca una parte”, es decir: ¿tienes el libro que describe las facilidades del programa que quieres usar? Entonces lo usas, lo que significa que eres especialista. No tienes el libro, la quedaste. Ves quién lo tiene e intentas llegar a un acuerdo. Vale cualquier medio. Repetimos: cualquier medio. No creáis que es una exageración. La ferocidad con la cual luchan algunos contra la circulación de la información revela sus móviles cuando se observa que, en ciertas situaciones, el 95% del logro profesional puede significar la utilización de la información, y sólo el 5% el trabajo. Para completar la imagen, la circunstancia agravante de que la disputa tiene lugar lo más a menudo alrededor de unas informaciones superadas no sólo a nivel mundial, sino también nacional.

Nuestra toma de posición no se va a limitar a un llamamiento a la moral. Después de veinticinco años de inmoralidad premeditada, el efecto de no importa cuántos llamamientos sería insignificante.

Los que ostentan el monopolio de la información no van a aceptar su democratización más fácilmente de lo que aceptaría cualquier otro privilegiado la pérdida de sus privilegios. La opresión informacional no es una figura de estilo. Existe, así como existe también una nomenclatura de la información. Nomenclatura que pretende ser meritocracia, y que por lo tanto reivindica el poder en base a unos méritos supuestos (para un distraído, son reales estos méritos). Los debates van a tener que ser llevados no sólo hacia desenmascarar el estado de hecho. De todos modos, la parte invisible del iceberg la conocen pocos y no es creíble que sean muy comunicativos. Habrá que dirigir los esfuerzos hacia la institución de un cuadro organizador y legal que liquide el estado de hecho. Empezamos una larga lista de imperativos, para cuya delineación tendrán que contribuir todos aquéllos que son hostiles a la opresión informacional.

1. Se impone encontrar el cuadro organizador por medio del cual se haga conocido a los especialistas el nomenclátor de los productos y servicios de las empresas rumanas y extranjeras. No sabemos qué se fabrica hoy en nuestro país, con qué rendimiento (real, no pretendido) y cuál es la perspectiva de fabricación.

2. La elaboración de la documentación de los productos debe transformarse en una obligación legal estricta y prioritaria. Es necesaria su validación por parte de los colectivos de especialistas. La puesta en circulación de informaciones erróneas deberá castigarse de modo severo. A menudo, hojeando una documentación, constatas que, si sabes de qué se trata, lo que lees se parece a algo conocido. Pero si no sabes… no vas a enterarte en la documentación. Como sea, no le aconsejamos a nadie que dé por bueno lo que dice ahí. Ya nos ha pasado.

3. La destrucción adrede, el deterioro o sólo la protección de la información debe verse, jurídicamente, como un acto de sabotaje. No es una exageración. El que hace inutilizable un aparato de un millón, escondiendo las instrucciones de uso, ¿es menos culpable que el que lo destruye físicamente? ¡En ambos casos, el aparato ya no puede ser usado!

4. Es vital la reorganización, a nivel nacional, de la documentación técnica. Es evidente que ésta debe transformarse en un objetivo prioritario de cualquier gobierno actual o futuro y que debe gozar de todos los fondos necesarios. Un ejemplo: la Biblioteca nacional de programas deberá rehacerse, con numerosas filiales en el país, de modo que contenga la mayor cantidad posible de programas entrados al país o elaborados aquí, con una documentación completa, conteniendo en la medida de lo posible también las fuentes comentadas (!!), y la distribución de los programas a los interesados que se haga a precios decentes, tal vez incluso gratis. ¿De qué tipo de utilización eficiente de los ordenadores puede tratarse si el usuario normal de micro y mini-computadoras no tiene la menor idea de la existencia de más del dos o tres por ciento de la cantidad de programas que se encuentran en el país?

5. Es vital la reorganización urgente de las bibliotecas científicas. Habrá que invertir en divisas para adquirir libros y revistas de la especialidad. Las bibliotecas deberán ser dotadas de talleres de multuplicación, de modo que los materiales en pocos ejemplares no lleguen al público (con el consiguiente riesgo de que desaparezcan o se deterioren), sino sólamente las copias. También habrá que poner a disposición del público copias baratas a precio de fábrica (no más, no importa la rentabilidad).

6. La reintroducción en el programa de los investigadores del día o días de biblioteca.

Hago hincapié en una última cosa. Entre el imperativo de la libre circulación de la información y las reivindicaciones de unos grupos reducidos relacionados con la defensa de la propiedad intelectual, existe una contradicción. Es necesaria un opción osada a favor de la libre circulación de la información. La gravedad de la situación nos impone esta elección.

5-El Partido Comunista Rumano declara: se nos considera una esperanza

Artículo aparecido en la revista La calle, número 33(58), 26 de agosto de 1991. Entrevista realizada por Dragoş Dumitriu.

Como consecuencia de la publicación del artículo “¿Diga? Aquí el P.C.R.” escrito por el señor Al. Dincă, nos ha visitado a la redacción el señor Virgiliu Zbăganu, Presidente del Colegio del Comité de Reorganización del Partido Comunista Rumano. Luego de haberle ofrecido la posibilidad de publicar en nuestro diario una réplica a dicho atrículo, el señor Presidente tuvo la amabilidad de permitirnos hacerle una entrevista.

Virgiliu Zbăganu: En el número 54 de la sobria publicación La calle, el señor A. D. firma un diálogo que ha mantenido por uno de los teléfonos puestos a disposición del público por parte del Comité de Reorganización del Partido Comunista Rumano. La emoción del señor A. D. parece haber sido grande, ya que no ha retenido algunas de las afirmaciones del interlocutor, pero en cambio sí retuvo cosas que no le dijo nadie. Si su emoción hubiera sido menor, habría tenido la oportunidad de hacer preguntas que valiera la pena formular y habría obtenido respuestas que merecieran ser retenidas.

Dragoş Dumitriu: En primer lugar, le hago una pregunta obvia: ¿cómo se le ocurrió reorganizar el Partido Comunista?

– He comenzado la actividad de reorganizar el Partido Comunista Rumano por un motivo muy evidente: el desastre en el que se encuentra, en el momento actual, nuestro país. La crisis es también de orden político, las fuerzas de derechas son ahora predominantes en el escenario político. Esta situación contraviene el espíritu de este pueblo, que, en esencia, tiene una clara orientación de izquierda.

– Sin embargo, la escena política rumana esta dominada por el Frente de Salvación Nacional, partido político considerado de izquierdas. Unos lo acusan incluso de neocomunismo…

– Craso error. No quiero atacar ahora la actividad de la formación mayoritaria. Creo que la situación actual demuestra claramente la capacidad de ellos. En lo que atañe a la actividad política, nosotros consideramos que es de derechas, aunque la plataforma económica es de centro. También en lo que atañe al Frente de Salvación Nacional quiero destacar además que han desarrollado una campaña muy bien puesta a punto para destruir la imagen verdadera del Partido Comunista Rumano.

– ¿Quiénes son ustedes, los miembros del Comité de Reorganización del Partido Comunista Rumano?

– Somos un grupo de hombres valientes, que no desean sino el bien de este pueblo. Entre nosotros existen ex ilegalistas, pero también jóvenes que, antes de la revolución, no habían formado parte del Partido Comunista Rumano. Yo he sido también antes miembro del partido, tengo 37 años y soy ingeniero, egresado de la Facultad de Cibernética.

– ¿En qué consta la actividad del Comité?

– Así como dice el título, Comité para la Reorganización del Partido Comunista Rumano, intentamos crear comités en todo el país. Y puedo decirle que la gente nos mira con esperanza.

– Incluso me temía esto. Era sólo una suposición, pero usted me la transforma en certeza. A propósito, ¿cómo considera a los anticomunistas?

– Los anticomunistas son de dos tipos. Los menos, los que fueron anticomunistas desde antes de diciembre de 1989. Éstos son hombres estimables, que han hecho una elección, y tal vez sufrieron por ella. Respecto a éstos, tenemos la estima de aquél que, creyendo en algo, respeta lo que creen los otros. Lamentablemente, estos anticomunistas son muy pocos. La mayoría forma parte, infelizmente, de otra categoría. Los que le chuparon las medias a Ceauşescu hasta el último momento, siendo culpables de colaboracionismo del más alto grado. Éstos constataron por enero de 1990 que ellos, de hecho, no han podido soportar jamás el comunismo. Mientras más culpables se sienten, más escupen donde lamieron toda la vida. Los ejemplos llenarían miles de páginas. Hacia ellos, no sé quién podría encontrar alguna huella de respeto.

– ¿Cuál es su posición respecto al Partido Socialista del Trabajo de Ilie Verdeţ?

– El hecho de que hayamos comenzado nuestra actividad después de aproximadamente seis meses de la aparición del Partido Socialista del Trabajo dice mucho. Existen algunos puntos de vista comunes, pero asimismo muchísimas diferencias esenciales.

– ¿Insuperables?

– Muchas, sí. El tiempo podría, sin embargo, resolverlas.

– ¿Cómo consideran los miembros del Comité de Reorganización la consigna “Abajo el Comunismo”?

– En general, con simpatía… Lamentablemente, ninguno de los valientes intelectuales (?) que se cansaron de burlarse del comunismo y de desenmascararlo con un coraje siempre fresco gracias a la ausencia de la opinión contraria (el hecho de que en un año y medio no hayan recibido ni una sola réplica parece haberles potenciado el coraje; qué placer es ser el héroe cuando el adversario está atado de pies y manos…) se ha planteado la pregunta: bueno, bueno, pero ¿qué es, a fin de cuentas, el comunismo? Ello, para saber de qué estamos hablando. Nos habría alegrado que nuestros intelectuales radicales hubiesen sentido la necesidad de aclarar sus nociones, para no transformarse en marionetas teledirigidas por fuerzas de ningún modo limpias. Pero, como dice el poeta: “Si no hay en pleno invierno flores/ No las echemos de menos”.

Así pues, para el gran público, esta noción confusa de “comunismo” significa “lo que hubo antes”. Distingamos sus características principales:

(a) Un sistema político totalitario, basado en la supremacía del partido único. Además, el partido único no tiene una estructura interna democrática, de modo que la dictadura no la ejerce de hecho el partido, sino una cantidad extremadamente pequeña de personas que se encuentran en la proximidad inmediata del líder carismático, poseedor de numerosas características milagrosas (durante un buen tiempo, Ceauşescu fue el genio de los Cárpatos, característica adoptada por nuestra prensa como segura, a sugerencia del señor Octavian Paler, luchador por la democracia de hoy).

(b) La economía está fuertemente estatizada, de modo que servir al estado se transforma casi en la única fuente de existencia. La iniciativa particular es insignificante y tiene un status tolerado.

(c) Oficialmente, en la base de la organización social existe una tendencia igualitaria. En realidad, existen algunos “más iguales” que todos los otros: los que se encuentran en la punta de la pirámide social, la nomenclatura, que se constituye como una clase arrogante, con sus propios intereses. Alrededor de la nomenclatura, alrededor de los privilegiados gira una fauna heterogénea, numerosa, de enriquecidos de modo sospechoso.

Con la pena de apagar el televisor justo cuando echan una película de terror, privando al público de la alegría de horrorizarse tranquilamente, diremos: si esto es el comunismo, entonces nosotros, los comunistas rumanos, hemos sido siempre anticomunistas.

– Perfecto. Veamos ahora cómo piensa el “nuevo” Partido Comunista Rumano.

– Vayamos en orden.

(a) El sistema del partido único es, en la historia, un accidente. De esto han sido víctimas sin discriminación liberales, comunistas, campesinistas[1], socialistas, monarquistas, anarquistas, cristianos, musulmanes, etc., etc. La lógica del sistema totalitario es una sola: la cabeza que se levante será cortada. Seguro, al público se le vende una ideología de coyuntura, un “ismo”. En Europa Oriental se llamó “marxismo”, aunque los que lo “implementaban” no se tomaron jamás la molestia de leer lo que escribieron Marx, Engels o Lenin; si lo hubiesen hecho, habrían visto la diferencia entre lo que hacían y lo que escribieron los clásicos tan invocados en ausencia, en algunos países árabes se ha llamado socialismo, en Nicaragua se ha llamado “nacional-liberalismo” (¡exactamente así!). Identificar la ideología comunista (la verdadera) con la teoría del sistema totalitario es posible, pero sólo si disponemos de un mecanismo de falsificación de la historia bien puesto a punto. Que borre de la historia nombres como Panait Istrati (comunista rumano, hombre de una honestidad intachable); George Orwell (comunista inglés, autor de dos libros imponentes: La granja de los animales y 1984); Nagy Imre (comunista húngaro, líder de la revolución de 1956 que empezó como un movimiento de restauración de la democracia parlamentaria); Milovan Djilas (comunista yugoslavo, autor del libro La nueva clase, donde se revela que los trabajadores no son en el “socialismo”, ni libres, ni la clase gobernante); Alexander Dubcek (comunista checoslovaco, líder de la Primavera de Praga, que tuvo como objetivo la reinstauración de la democracia parlamentaria).

(b) La hostilidad de los regímenes “comunistas” respecto a cualquier forma de iniciativa particular se explica a primera vista por la hostilidad respecto a la explotación. Porque el pequeño empresario puede transformarse más tarde en un gran capitalista. “La pequeña propiedad genera capitalismo día tras día y en proporciones de masa”, he aquí una frase citada con placer por Stalin. Tal vez al comienzo la explicación fuera ésta. Al pasar de los años, sin embargo, a medida que el sistema totalitario entraba en la fase de demencia senil, los resortes de la hostilidad respecto a la libre iniciativa se desliza hacia una zona absolutamente diferente: el pequeño empresario es antipático, bueno sólo para ser liquidado como grupo social, no porque explote al hombre, sino porque es más libre que el asalariado del Estado, menos controlable, menos chantajeable, más difícil de aterrar.
La actitud de la izquierda moderna respecto a la iniciativa privada no es de ningún modo hostil. Es más, la libre iniciativa debe ser estimulada, apoyada eficientemente, para que se desarrolle en el marco estricto de la ley, sin robos ni fraudes.

(c) La necesidad de igualdad es una constante en la historia humana. Los espíritus evolucionados han estado siempre en contra de los privilegios de cualquier tipo. Pero en el momento en el que se ha intentado la organización de comunidades estrictamente igualitarias, los efectos han sido en general contradictorios, y a menudo deprimentes. Teorías las ha habido muchas, pero se han desplomado al entrar en contacto con la realidad. Por ejemplo, durante la revolución española de los años 1936-1939, en las zonas controladas por las milicias anarquistas se pasó a poner en práctica el proyecto anarquista llamado “el comunismo libertario”[2], el comunismo en libertad. Significó la muerte de este proyecto.

La izquierda moderna, (inclusive la comunista) ya no ve ahora la igualdad como imposibilidad de diferenciar a los hombres. Los hombres son diferentes, por lo tanto uniformizarlos significa mutilarlos. La izquierda moderna (inclusive la comunista), milita por la igualdad de oportunidades. Dos jóvenes que parten en la vida deben tener chances iguales, no importa de qué medios provengan. Esto significa la proteción del niño, acceso a la instrucción de alto nivel, acceso a la cultura, en general, una perspectiva humanista de la sociedad. Cómo cada uno saque provecho de sus oportunidades, esto atañe a cada uno, y es normal que aquél que ha desperdiciado sus oportunidades soporte las consecuencias. Más ampliamente, la igualdad de oportunidades significa que en cualquier situación de competencia en cualquier ámbito (comercio, cultura, industria, etc.) los competidores arranquen en la competición con igualdad de oportunidades.

– El reingreso en la escena política de la extrema izquierda, es decir, de los comunistas, ¿no hace acaso también legítimo el regreso a escena de la extrema derecha?

– El Partido Comunista no es de extrema izquierda. Los partidos extremistas no conocen las reglas del juego democrático, y apuestan por soluciones de tipo insurreccional o del tipo de golpes de fuerza. Por ejemplo, nuestros monarquistas radicales son extremistas porque no aceptan la idea de un referéndum que establezca la forma de Estado de Rumania.

– Los comunistas hablan ahora de democracia. ¿En qué sentido usan ellos este término?

– En el sentido original, de gobierno del pueblo. El lector podría ponerse nervioso. ¡Han existido tantos regímenes dictatoriales que se han dicho “de izquierdas”!… Que se hayan dicho de izquierda, no significa que lo fueran. Seamos serios. Si Elena Ceauşescu hubiera dicho que es Marilyn Monroe, ¿le habrían creído?

La democracia no se reduce al juego político multipartidista. Tiene también un componente económico, uno cultural, y uno informacional. Ésta última, la democracia informacional, en nuestros días brilla cada vez más por su ausencia. No esencial hace algunas décadas, hoy, en la sociedad informatizada, ella sube al primer lugar, siendo tal vez más importante incluso que el multipartidismo. No es necesario matar a “x”. Es suficiente con proporcionar a “y” informaciones de las que se desprenda que debe matar a “x”. No es necesario golpear a “x” en la cabeza para sacarle el dinero. Basta con bloquearle el acceso a la información que le hace falta, y será tu peón.
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[1] Del Partido Nacional Campesino, actualmente Partido Nacional Campesino Demócrata Cristiano. N. del t.
[2] En castellano en el original. N. del t.

6-¿Queréis que vuelva Jones?

Entrevista publicada bajo el título: “Entrevista con el camarada Zbăganu. El sueño de la razón engendra… ¡Al Partido Comunista Rumano! «Roman está sentado a la mesa y come glotonamente. Si yo quiero un trocito, ¿soy populista?»”, Phoenix, año II, número 71, 1991. Entrevista realizada por Anca Ionaş y Horia Gîrbea.

Horia Gîrbea– El populismo está vivo en Rumania. ¿Por eso se llega al comunismo?

Virgiliu Zbăganu– ¿Qué significa populismo? Roman está sentado a la mesa y come glotonamente. Si yo quiero un trocito, ¿soy populista? Las masas no tienen que reivindicar algo, porque no recibirán nada. Estoy a favor de una sociedad en la que exista igualdad de oportunidades, una sociedad como la sueca.

Horia Gîrbea– ¿Usted no niega las posibilidades de una sociedad burguesa que asegure la igualdad de oportunidades?

Virgiliu Zbăganu– Claro que no. Pero la sociedad occidental, a excepción de las sociedades socialdemócratas, no aseguran igualdad de oportunidades.
Horia Gîrbea– ¿No le parece que nuestra sociedad está demasiado aturdida a causa de su pasado?

Virgiliu Zbăganu– La sociedad rumana está aturdida a causa de su pasado, pero también lo está a causa de su presente. Los acontecimientos posteriores a Diciembre no han sido lo que yo esperaba, podría decir que, por el contrario, todo ha ido exactamente en sentido contrario. Gran parte arranca de la inmoralidad política. Voy a dar un solo ejemplo. En febrero, marzo, conversaba con un personaje (que se consideraba un hombre político) sobre constituir un partido. Este personaje repetía la frase siguiente: ¡la política es una ramera! Por lo tanto, él se sentía un mujeriego.

Horia Gîrbea– Por ejemplo, aquí, en mayo de 1990, los hombres se agolpaban para votar al Frente sin percatarse de que en sus listas figuraban nomenclaturistas.

Virgiliu Zbăganu– Un nomenclaturista deja de ser nomenclaturista desde el momento en que pierde su función. Precisamente es ésta la diferencia entre la burguesía roja y la blanca: la burguesía roja tenía una situación extremadamente inestable porque sus privilegios estaban estrictamente relacionados a su función. Desde el momento en que el burgués rojo pierde su cargo, deja de ser burgués rojo.

Horia Gîrbea– En lo que respecta a Iliescu, el reproche sería el mismo: que ha cortado y colgado. ¿Un primer secretario podía no cortar y colgar?

Virgiliu Zbăganu– Qué ha cortado y colgado sería bueno preguntarle a sus sometidos de Iaşi, la gente lo conoce… Estoy a favor de resolver estos enigmas en Iaşi, donde ha sido primer secretario. Yo otra cosa le reprocho, el que haya cedido a las insistencias del Gobierno y que haya abandonado la izquierda a favor de la derecha. Que se haya aislado en el Palacio de Cotroceni. Un conocido mío se preguntaba: ¿pero qué hace Iliescu en Cotroceni? ¿Teje?

Anca Ionaş– ¿Cuáles son las condiciones para ser aceptado en el Partido Comunista?

Virgiliu Zbăganu– Las condiciones son tres: 1. Honestidad, 2. Honestidad, 3. Honestidad. Lo demás se arregla.

Horia Gîrbea– ¿También un pasado sobrecargado?

Virgiliu Zbăganu– Ya lo he dicho. Asumimos el pasado comunista. Se han cometido errores, equivocaciones, crímenes abominables.

Anca Ionaş– Entonces, ¿cómo se los puede asumir?

Virgiliu Zbăganu– Denunciamos estos crímenes e intentamos hacer una separación. Muchas veces, detrás de lo que se ha llamado comunismo se escondía una dualidad permanente: por un lado la práctica, y por otro la teoría, la ideología. Entre la práctica y la teoría han existido permanentemente contradicciones netas. La pregunta esencial es ¿qué ha sido lo malo: la teoría, la ideología, o acaso la práctica?

Horia Gîrbea– Una pregunta fundamental: ¿en qué medida el hecho de que la ideología haya llevado a una práctica deficiente denuncia la bancarrota de la propia ideología?

Virgiliu Zbăganu– No se trata de eso. Todo proviene de la práctica histórica. La socialdemocracia se separó a principios de siglo en el ala menchevique y el ala bolchevique. Los bolcheviques querían una dinámica de la revolución social mucho más radical. Marx y Engels formularon estas dos oraciones maravillosas en La ideología alemana: “El comunismo no es un ideal al cual debamos subordinar la realidad, sino que es aquel movimiento que lleva a eliminar el mal de nuestra sociedad”. Analizamos el mal de la sociedad, y si optamos por encontrar una solución, significa que somos comunistas. En La ideología alemana, Marx y Engels se mofan despiadadamente de aquellos que se dirigen hacia utopías.

Horia Gîrbea– ¿Dónde está entonces la fractura entre la ideología y la realidad?

Virgiliu Zbăganu– El proyecto no fue puesto en la lámina hasta la última tuerca en la sociedad post-capitalista.

Anca Ionaş– El Partido Comunista Rumano está en una situación mucho más grave, que supera el nivel de las discusiones teóricas en las que nos hemos implicado. En estos días es posible que se proscriban las organizaciones de tipo comunista.

Virgiliu Zbăganu– Lo sé. Sería vergonzoso para la sociedad rumana que demostrara ser tan primitiva e inmoral que proscriba los partidos de izquierdas. Nadie ha dicho en este año y medio qué es un partido comunista.

Anca Ionaş– En su opinión, ¿de qué parte está el Frente de Salvación Nacional?

Virgiliu Zbăganu– Según la orientación del Gobierno, es de derecha.

Anca Ionaş– ¿Tiene usted un plan preparado para la eventualidad de que sea proscrito? ¿Va a accionar ilegalmente?

Virgiliu Zbăganu– Si nosotros como militantes accionaríamos ilegalmente, sería el tema de otras conversaciones muy largas: unos de nosotros lo harían, otros no. Pero de que seguirán existiendo grupos comunistas que van a accionar también en la ilegalidad, de esto tienen que estar seguros los señores gobernantes.

Horia Gîrbea– Accionar por medios terroristas, no me parece una solución.

Virgiliu Zbăganu– Para mí, los métodos terroristas son una solución individual. Es un modo de suicidarte cuando el enemigo te pisa los talones. Tienes la posibilidad de suicidarte simplemente…

Horia Gîrbea– …o morir con él en el cuello. Un comunismo proscrito puede llevar al fanatismo.

Anca Ionaş– ¿Tiene usted confianza en el Partido Socialista del Trabajo?

Virgiliu Zbăganu– Sobre el Partido Socialista del Trabajo propongo hablar lo menos posible. El motivo es el siguiente: entre nosotros y el Partido Socialista del Trabajo existen divergencias. Que hayamos aparecido nosotros demuestra que no teníamos lugar allí. Acerca del motivo por el cual no hemos encontrado nuestro lugar allí, prefiero no discutir. Son las divergencias de la izquierda. Quieras o no, el Partido Socialista del Trabajo es un partido de izquierda.

Horia Gîrbea– ¿Usted acepta el pluralismo político, o cree en el dogma del partido único?

Virgiliu Zbăganu– Está claro que el sistema totalitario, que significa un partido único, ha muerto. Antes que nada, este sistema ha hecho mal al comunismo. Incluso víctimas físicas. Todo el mundo cuenta cuánto han padecido los liberales y los campesinistas en manos de los comunistas, pero no olvidemos que durante los últimos 60 años existieron miles de comunistas, si no más, asesinados en condiciones similares, tal vez incluso más duras. ¿Sobre las víctimas comunistas del sistema totalitario nadie quiere hablar? La lógica del sistema totalitario era una sola: se levanta una cabeza, hay que cortarla. Entre los comunistas fogosos de ayer y los anticomunistas de hoy no hay ninguna diferencia. Son las mismas personas. Creo que los anticomunistas reales son los que lo han sido también antes de Diciembre. Deberían estar muy atentos a quién está junto a ellos. He conocido a un primer secretario de sector. No digo su nombre porque es un bueno para nada… Cuando realizaba visitas a las empresas tenía una gran aversión hacia tres categorías sociales: los barbudos, los que llevaban botas para esquiar, y las mujeres sin sujetador. Éstos eran los enemigos del régimen, a los que reprimía el primer secretario de sector. Él se permitía jalar a un ingeniero de la barba, preguntándole: “Che, ¿por qué usas barba? ¿Eres un chivo?” Este individuo se pasea después por la Plaza de la Universidad con un altavoz gritando: “Muerte al comunismo”. ¿No hay nada podrido en esta Dinamarca de los anti-comunistas?

Horia Gîrbea– ¿No han sido tal vez estos pseudo-anti-comunistas infiltrados en la plaza?

Virgiliu Zbăganu– No, no creo.

Anca Ionaş– Entonces, ¿cómo ve la Plaza de la Universidad?

Virgiliu Zbăganu– La Plaza de la Universidad fue un mejunje muy interesante, Muchos hombres fueron de buena calidad, muchos de muy mala calidad.
Horia Gîrbea– Existe la posibilidad de que Roman haya instrumentado Plaza de la Universidad para desacreditar definitivamente a la Oposición. La imagen de los harapientos, los ladrones, mostrados obsesivamente por televisión, aunque no eran representativos ahí…

Virgiliu Zbăganu– El escenario hacia el cual la Oposición ha ido con los ojos cerrados y en tempo di marcia…

Anca Ionaş– ¿Qué opinión le merece la Alianza Cívica?

Virgiliu Zbăganu– El punto débil del PAC es que no tiene una ideología. No hay nada más peligroso e inmoral que un partido sin ideología.
Mientras exista en la Alianza Cívica un señor como Radu Filipescu, él hará una organización digna de estima. Está también Mircea Diaconu, un hombre de una compostura moral verificada. Infelizmente, existen asimismo otros personajes, como ser Stelian Tănase. De él no me aleja la ideología, sino el porte intelectual extremadamente modesto, y el carácter apodíctico de sus afirmaciones. Al no tener un intelecto amueblado, no siente la necesidad de argumentar. Si tuviera una metralleta con la cual convencer, la usaría.

El señor Manolescu es un intelectual. He frecuentado el Cenáculo de Lunes. La simpatía que he acumulado durante años no se puede borrar de un plumazo. Cenáculo de Lunes ha sido un momento histórico en la resistencia rumana al totalitarismo. Por entonces mis compañeros sabían que yo era de izquierdas. No he modificado mi opción.

Horia Gîrbea– ¿Su identidad con el Partido Comunista Rumano no es peligrosa?

Virgiliu Zbăganu– Sí, es bastante peligrosa. Muchos me llaman por teléfono para preguntarme si vamos a crear las Cooperativas Agrícolas de Producción (C.A.P.). Otros dicen: “Qué, ¿no os alcanza con cuántos hombres matasteis en el Canal? ¿Qué más queréis?”. Nosotros, los que formamos el nuevo Partido Comunista Rumano no hemos matado a nadie. En cambio yo, el 21 de diciembre estuve a un paso de ser matado.

Horia Gîrbea– Pero, si usted apareciera por televisión, la gente se horrorizaría.

Virgiliu Zbăganu– Me temo que no se horrorizaría y que podríamos convencer. El problema es como en La granja de los animales. Hay allí una pregunta obsesiva: “¿Queréis que vuelva Jones?”. Entonces: “¿Queréis volver al totalitarismo? ¿Verdad que no? Entonces coged las porquerías que os ofrecemos nosotros”. Como si éstas fueran las únicas alternativas. Rumania es comunista y va a volver al comunismo en breve.

Horia Gîrbea– Le agradezco y aprecio su sinceridad, pero espero que no tenga, con todo, razón.

7-Reaparece el Partido Comunista Rumano, reaparece La Chispa (1)

Entrevista con el señor Virgiliu Zbăganu, Presidente del Colegio del Comité de Reorganización del Partido Comunista Rumano. La democracia, año II, número 31, número 2, 12-18, agosto de 1991. Entrevista realizada por Eugen Florescu.

Eugen Florescu– De una entrevista publicada por el diario Rumania Libre nos hemos enterado de la noticia de la constitución de un Comité de Reorganización del Partido Comunista Rumano, comité presidido por usted. Le rogaría que nos dijera, señor Zbăganu, cómo se ha llegado a esta idea, ahora, en un momento en el que se ataca y se acusa violentamente al comunismo.

Virgiliu Zbăganu– La situación económica y política preocupante, con efectos negativos poderosos sobre las masas de hombres que trabajan efectivamente se encuentra en la base de la iniciativa de reactivar, mediante su reorganización, al Partido Comunista Rumano. Esta acción se hace absolutamente necesaria también debido a que, en los últimos tiempos, existe una tendencia a crear confusión en el seno de los trabajadores, de los campesinos, de los intelectuales, mediante la aparición de unos partidos con programas políticos que no son representativos para estas categorías.

– Sin embargo, repetimos, el Partido Comunista Rumano ha sido presentado en los últimos dos años como un partido verdaderamente criminal, el cual habría destruido a Rumania y al pueblo rumano.

– ¡Por favor! El Partido Comunista Rumano ha sido y seguirá siendo el partido de los oprimidos, y su misión es asegurar la protección social correspondiente a unas grandes masas del pueblo.
De hecho, debemos decir que la propia aparición del Partido Comunista Rumano no ha sido producto de la voluntad de unas personas, sino el resultado de las graves equivocaciones cometidas antes de 1944 por parte de los partidos entonces gobernantes, una consecuencia de la difícil situación y de las míseras condiciones de las masas trabajadoras. Ahora, la aparición del Partido Comunista Rumano es necesaria para equilibrar las fuerzas políticas de Rumania. Seguro, pensamos en un Partido Comunista Rumano reestructurado respecto a lo que fue él hasta diciembre de 1989, perfectamente adaptado a las nuevas condiciones nacionales. De este modo, éste puede contribuir a la estabilización de la situación política y económica de Rumania.

– ¿Qué opinión le merece esta situación, ahora?

– Nos encontramos ante un espectro político profundamente desequilibrado, debido a su giro hacia la derecha. La explicación está en el vacío ideológico creado por la nueva realidad. Vivimos, como nunca, en una sociedad inválida. He aquí la razón por la cual el reingreso a escena del Partido Comunista Rumano se transforma en una necesidad. No se puede hablar de democracia sin izquierda.

– Como sea, ¿cómo se relaciona usted con las acusaciones aceptadas por el Parlamento e introducidas en la Ley de Seguridad Nacional?

– La fórmula empleada: “actividad extremista de origen comunista” es cómica. En primer lugar: ¿qué quiere decir? Falta una explicación. Se afirma, en ciertos medios, que el Partido Comunista Rumano sería un partido de extrema izquierda. ¡Mentira! Gente sin ninguna preparación política puede decir tales tonterías, pero los que tienen cabeza, no. La fórmula “extrema izquierda” designa un movimiento insurgente que rechaza el marco democrático. Ninguna de estas características se encuentra en el Programa ni en los Estatutos del Partido Comunista Rumano.

– De todos modos, la prensa ha escrito que por esa previsión, somos, después de Turquía, el segundo país del mundo que desarrolla una política semejante…

– Entramos a Europa por Turquía… Como se ve, gente que se declara avanzada, admira el modelo “democrático” turco. Ahora bien, no han pasado muchos años desde que fueran fusilados incluso líderes sindicales en Turquía. ¿Esto queremos para Rumania?

– Ha hecho referencia al vacío ideológico que existe hoy en el país. ¿Qué ideología tendrá el Partido Comunista Rumano? Recientemente, Mihail Gorbachov lo ha “echado” (dice la prensa mundial) a Marx del Partido Comunista de la Unión Soviética. ¿Cuál es la opinión de ustedes, en calidad de reorganizadores?

– Nosotros partimos del marxismo, precisando que Marx escribió en el período que comenzaba con la segunda mitad del siglo diecinueve. Él se refería, pues, a una sociedad que mientras tanto ha caducado, a una realidad histórica que ya no encontramos en los países desarrollados. Sí, la obra de Marx contiene asimismo varios errores, es pasible de muchas correcciones, pero contiene también grandes valores.

Autores liberales, o incluso de derechas, han tomado copiosamente ideas de Marx. Consideramos que tenemos, respecto a esto, dos problemas por resolver: (1) establecer cuánto del marxismo-leninismo es correcto, y (2) cuánto de las realidades de estos análisis se encuentra todavía en la Europa del siglo XX, y especialmente en Rumania. Cuando pienso en estas tareas, me gusta recordar un ejemplo plástico: poner cara a cara un manual de reparación de trilladoras y uno de reparación de helicópteros. ¡Tenemos que pensar con nuestras propias cabezas! Teniendo en cuenta los cambios ocurridos. Consideramos, de este modo, absolutamente necesaria la definición en las presentes condiciones, de una ideología de la izquierda, partiendo de todos los experimentos.

– Una caricatura occidental muestra a Gorbachov mirando socarronamente cómo Marx es echado de la Unión Soviética por la puerta trasera, prestando atención a que el pillo de Marx no regrese por alguna ventana, olvidada abierta. ¿Y si se considera que ustedes representan esta ventana “olvidada” abierta en nuestro país?

– Sobre Marx no podemos hablar sino en base a sus textos. Hacia los últimos años de su vida ha afirmado algunas cosas inexactas. Por ejemplo, que la sociedad capitalista conduce lógicamente al empobrecimiento, el pauperismo de las masas. Error. El capitalismo ha encontrado recursos extraordinarios. No hay que olvidar, sin embargo, lo siguiente: lo ha hecho bajo la presión de la izquierda, que es de hecho la obra de Marx. Es así que, en realidad, estos éxitos, incluso el nivel de vida de Occidente, son un resultado de los movimientos de origen marxista. Sólo el temor a desaparecer hizo que los capitalistas cedieran, que admitieran una extensión de los derechos de todos los ciudadanos, y que buscaran medios técnico-económicos de supervivencia. La presión del comunismo, digámoslo francamente, ha ejercido una influencia abrumadora sobre el progreso de muchos países y, en general, a finales de este siglo.

– A algunos les ha sorprendido que usted quisiera partir del Programa y los Estatutos del Partido Comunista Rumano, los cuales, como se sabe, fueron validados en el 14to Congreso…

– Sí, partimos del Programa y Estatutos del Partido Comunista Rumano existentes, proponiendo al mismo tiempo una serie de enmiendas esenciales. Hemos difundido con este objetivo una serie de orientaciones. Tenemos que discutirlas ahora en la Conferencia Nacional de septiembre.

– Denos un ejemplo del cual resulte el modo en el que usted ve los problemas.

– Por ejemplo, el problema de la deuda externa.

– ¿Su liquidación fue correcta? ¿Toma usted la apreciación de los viejos documentos? ¿Rechaza la apreciación actual?

– Nosotros decimos, basados en conclusiones científicas exactas, que para un país pobre, la deuda es una carga, mientras que para uno rico es una bagatela. Por lo tanto, los problemas se plantean de otro modo. A los pobres, la deuda los derrumba. A los ricos los favorece. ¡Ésta es la verdad! El ejemplo de los Estados Unidos, que tienen, supuestamente, deuda externa. ¡Por favor! La deuda externa de los Estados Unidos la pagan de hecho los países pobres. Sólo para los ingenuos esto no está claro. Respecto a países como Rumania, las cosas se presentan de un modo muy diferente. No podemos admitir las mistificaciones mediante las que se nos intenta cegar hoy. Existe, y no sólo para países como el nuestro, un “umbral del peligro” en el caso de la deuda. Los economistas lo conocen. Para nosotros, éste se encuentra en el límite de unos miles de millones. Hemos vivido, hemos sentido este umbral. Siendo así, ¿cómo se nos puede comparar con los Estados Unidos? Para ellos el umbral del peligro es muy otro. ¿Acaso creen que somos tontos?

– Se da también el ejemplo de Hungría.

– Otra mistificación. ¡Para niños de jardín de infantes! En lo que atañe a los húngaros, ellos están, y se sabe por qué, bastante interesados en ser salvados de deudas. De hecho, sin embargo, en la economía húngara entran pocos dólares.
El segundo ejemplo que añadiría es el relacionado con la afirmación según la cual un partido de izquierdas no puede estar de acuerdo con las inversiones extranjeras. También esto es mentira. De hecho, los inversores extranjeros no vienen a Rumania por otro motivo bien diferente a aquél por el que estamos tan asustados: en el mundo, la demanda de inversiones es mayor que la oferta. Vivimos, pues, en dulces ilusiones creyendo que si nos arrodillamos ante Occidente, si “nos portamos mejor”, si erradicamos el comunismo, etc., las cosas van a cambiar. ¿Por que no pasa esto en relación a China? Tenemos, pues, que apostar sobre todo por nuestras propias fuerzas –¡y ellas existen!– movilizándolas mediante una Reforma que parta de la realidad.

– ¿Qué actitud tiene el nuevo Partido Comunista Rumano ante la reforma?

– No sé, en este instante, cuán duro ser. La terapia de shock no ha dado buenos resultados en ningún país. Su único efecto es el empobrecimiento de las masas, junto a una capa, más gruesa o más fina, de enriquecidos por la “reforma”. La teoría según la cual estos enriquecidos van a impulsar el desarrollo económico es otra mistificación. Pensemos: el que se ha enriquecido de modo inmoral, organizando en los dos últimos años casas de prostitución en Estambul, ¿puede ser una esperanza para sanar la economía rumana? ¿Va a traer él el progreso técnico, costumbres superiores, etc.?

– En una revista se decía que los grandes ricachones provienen de los estafadores, pero que desempeñan un papel positivo.

– El que escribía seguro ha olvidado decir en cuántas generaciones de capitalistas ha acontecido este salto. De hecho se trata, como usted puede ver, de un claro neodogmatismo. Los viejos dogmáticos al menos leían todavía algo. Es sorprendente constatar que los de hoy, (los “liberales”) no leen casi nada. Marin Preda hablaba de los pitecántropos del viejo régimen, ¡pero los de hoy son aún más primitivos que ellos!

Personalmente, no tengo nada en contra de la gente de derechas cuando tiene al menos un sistema de pensamiento. Muchos, sin embargo –los puede ver por la calle, a veces incluso leerlos–, no tienen nada más que tripas.