viernes, 15 de enero de 2010

25-Epílogo: A Virgiliu Zbăganu, in memoriam

En una libertad de palabra tan amplia como hay en Rumania, la aparición de un libro no debería causar ninguna sorpresa, tampoco es quién sabe qué hazaña.

Esto si no se tratara de ideas de izquierdas, o incluso más: de ideas comunistas.

Nadie, en estos años de restauración capitalista ha osado defender en un libro (y pagando un precio tan alto) ideas que tienen su origen en el famoso Manifiesto Comunista de Marx y Engels, así como lo hace este libro, y así como lo hizo Virgiliu Zbăganu.

Conocí muy poco al autor de los ensayos del libro que acabáis de leer, encuentros muy de vez en cuando para conversaciones rara vez en consenso, pero no vacilo en afirmar que nos une la misma creencia en un movimiento de izquierdas que tiene que devolver a la humanidad su verdadera condición de humanidad.

Digo esto a pesar de que no tuviéramos la misma opinión respecto a muchas cosas, cosa que le dije, esto, cuando él me podía responder, pero la diversidad y el movimiento son dos dimensiones que hacen del marxismo una ciencia viva, y no un anexo ideológico de la lucha por el poder.

Y en lo que atañe a Marx y a sus seguidores no he dudado jamás en confesar mi esfuerzo de serle un discípulo creyente, es decir, un buen marxista.

Ha sido sorprendente para mí cómo, leyendo las páginas del presente libro, he descubierto cosas que yo mismo había pensado o leído. Y no se trata sólo de unas cosas “dichas”, sino de verdaderos estados de espíritu. Un estado de espíritu propio de los grandes aventureros del siglo XX: de Nicolae Labiş, a cuya imagen me parece que se asemejaba la imagen de las pocas fotografías de Virgiliu que he visto; de Che Guevara, un caballero abandonado a su destino de lucha; de Pablo Neruda, quien ha sabido dar vida a las palabras y a las piedras, pero no ha podido darse vida a sí mismo después del asesinato del gobierno popular de Allende. Pero también de todos aquéllos que, desde los tiempos de Tomaso Campanella, aunque también desde antes, han soñado con la maravillosa “Civitas Solis”: la Ciudad del Sol.

Creo en el hecho de que el mundo está cambiando, que ahora debemos prepararnos para una etapa de transición. No de una transición promovida por los mass media del mundo, de un socialismo de mando al capitalismo, sino una transición que se prepara en su dimensión fundamental y a escala mundial: la transformación del modo de producción capitalista en un nuevo modo de producción socialista.

Para transformar a los hombres, hacen falta hombres verdaderos.

Lamentablemente, uno de ellos, uno de los mejores de nosotros, nos va a faltar.

Las semillas sembradas por él van empero a fructificar. Este libro es una de ellas. El mundo que vemos nosotros, a sólo dos años desde que Virgiliu dejara de verlo, es el mundo que él había previsto. ¡El limo retrocede!

Decía un poeta: “La primavera es inexorable”. La humanidad ha sufrido demasiado como para no cambiar, como para seguir aceptando sobrevivir sin dignidad.

Para que la humanidad sobreviva con dignidad, la izquierda está condenada a vencer.

No creo que sea una izquierda gris. No será una izquierda de la unanimidad. No desespero si se trata de una izquierda que va atriunfar después de que yo ya no esté. Lo importante es que triunfe. Ésta es la tendencia de la historia. El libro que habéis leído va a ser seguido por otro. Y por otro más. La ley de la existencia humana los hace nacer. Ninguna ley creada por los hombres va a poder detener el movimiento hacia el socialismo.

Los libros futuros serán diferentes a éste. Tal vez incluso contrarios. Éste es el marxismo: las ideas en lucha, la materia en movimiento.

Parece sin embargo que todos los grandes movimientos de ideas necesitan un impulso inicial. Este libro y la ofrenda de su autor es uno de los impulsos iniciales del mundo que va a venir.

Detrás de las grandes verdades marxistas se halla también la creencia.

Sí, soy creyente. Creo en el grande y doloroso mito del sacrificio. Ninguna cosa duradera se puede hacer sin sacrificio. Cualquier construcción humana necesita un sacrificio para perdurar.

Pero el sacrificio de la vida de Virgiliu Zbăganu es demasiado. En enero de 1919, dos líderes comunistas, Karl Liebknech y Rosa Luxemburg, eran asesinados en Alemania, donde reinaba un régimen socialdemócrata. Setenta y tres años más tarde, el 21 de agosto de 1992, un líder comunista, Virgiliu Zbăganu, muere en un curioso accidente de tren en Rumania, donde reinaba un gobierno que se consideraba también socialdemócrata.

La historia no se repite. Pero la historia se asemeja. Tal vez he dicho cosas que no habría debido decir aquí, y he olvidado otras que tendría que haber dicho. He dejado que se vuelquen sólo algunos pensamientos en el papel, en este encuentro con Virgiliu.

Porque para mí Virgiliu Zbăganu está vivo.

Tan vivo como la esperanza.

Silviu Şomîcu
Miembro de la Cámara de Diputados

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