viernes, 15 de enero de 2010

13-“No existe el Partido Comunista Rumano” sostiene el señor Velicu Rădina. “Sí que existe”, lo contradice el Ingeniero Virgiliu Zbăganu

El Correo Nacional, números 225, 226, 24 de octubre de 1991, 25 de octubre de 1991. Entrevista realizada por Dragomir Horomnea.

En el número del martes 22 de octubre de este año, El Correo Nacional publicó una entrevista con el señor Velicu Rădina, presidente del Partido Social Demócrata. De la conversación mantenida se desprendía que en Rumania ya no existiría Partido Comunista, hecho que ha sido por otra parte subrayado incluso en el título del artículo. He aquí, sin embargo, que, inmediatamente nos visitó a la redacción el impugnado y controvertido Presidente del Comité de Reorganización del Partido Comunista Rumano, el señor Ingeniero Virgiliu Zbăganu, quien ha querido demostrar que, por el contrario, ¡este partido existe! La conversación fue larga, las preguntas y las respuestas se sucedían en rápidas ráfagas, dignas al menos de un cierto interés para el espectador en la disputa política actual, el cual a menudo reviste matices no necesariamente dramáticos, sino, tal vez, sobre todo teatrales. Creemos que, primero, no estaría mal conocer un tanto mejor al huésped que nos ha visitado a primera hora de un día de trabajo. Así pues, el señor Zbăganu tiene 37 años, nació en Lugoj en 1954, el 10 de junio, signo géminis. Terminó la Facultad de Cibernética de Bucarest, generación de 1979. Hasta 1989 trabajó en la fábrica de ordenadores. Luego, en el ámbito de la poligrafía, como investigador. En la primavera del año pasado fue elegido líder sindical. Llegó a ser, poco a poco, secretario de la Unión sindical libre de los tipográficos. Ya no lo es. Entre tanto, más precisamente desde el primero de octubre de 1991, se le terminó el contrato de trabajo, cuestión estrictamente profesional. Según entendemos, debido a… sus convicciones políticas. Y como el propio Estatuto del sindicato prevé que en su conducción no pueden incluirse o mantenerse conductores de ningún partido político, el señor Zbăganu ha sido destituido también de la estructura sindical de la que había formado parte. Sospechamos que cortésmente. En fin, está casado. Sin hijos. Su esposa es logopeda. El señor Virgiliu Zbăganu es un joven moreno, más bien bajo, con bigotito. Parece asemejarse a alguien, pero no nos damos ceunta en los primeros momentos a quién. Sus frases son precisas, pero sus ojos se mueven un poco, a pesar de sus esfuerzos por mirarte a los ojos. La conversación comienza con un problema que intuimos que ha sido objeto de muchas peleas estrictamente familiares.

– Señor Zbăganu, usted sostiene ser desde hace un tiempo un líder del Partido Comunista Rumano y que se ocupa de la reorganización de esta formación política. ¿Su esposa comparte sus ideas y aspiraciones? ¿No atenta acaso usted contra las bases de la familia sacrosanta?

– ¿Mi esposa? Mi esposa no comparte mis “aventuras” políticas.

– ¿Usted las considera propiamente aventuras?

– Quiero destacar que se trata de una actitud política con muchos riesgos. En el momento en el que tomé la decisión de implicarme a este nivel, era consciente de los riesgos, pero también del hecho de que yo, como rumano, no tengo otro camino. El desastre del país es demasiado profundo como para pensar en riesgos personales. Desde el momento en que mi pueblo se sublevó en contra de la dictadura, he estado de su parte, y sigo estando de su parte.

– En este Comité de Reorganización que usted dice que conduce, ¿hay varios miembros?

– Sí. Inicialmente había 70 miembros. La mayoría ex miembros de partido. De edades variadas. Entre 21 y 80 años. La mitad más o menos juventud, la otra mitad de la “vieja guardia”. Ahora, nuestro número es mucho mayor.

– ¿Sólo en Bucarest?

– No, tenemos comités de reorganización en casi la mitad de los departamentos.

– ¿Trabajan abiertamente? ¿En la ilegalidad? ¿En semiilegalidad?

– ¿Por qué en la ilegalidad? Hemos puesto en marcha la acción de modo estrictamente legal, de frente, haciendo públicos tanto nuestros nombres como los números de teléfono de casa. Entre tanto, la reacción de los consumidores de hechos políticos ha sido variada. Una arremetida de furia por parte de la derecha tradicional se ha hecho sentir mucho, según se sabe. De un momento a esa parte las cosas habían empezado a entrar en su curso normal.

– ¿Realmente normal?

– En un tipo de curso normal. Tal vez… casi un comienzo de normalidad. Pero en el momento en el que tuvo lugar el extraño “putsch comunista” en Moscú, que no fue ningún putsch, sino antes bien un espectáculo de opereta, la hoja se ha cambiado. Para nosotros, el efecto del “putsch” ha sido netamente desfavorable. Porque en la espina dorsal de muchos políticos ha quedado impreso el “reflejo búlgaro”: cuando llueve en Moscú, se abren los paraguas en Sofía. Así pues, el putsch de Moscú ha significado un recrudecimiento de la histeria anticomunista, que nos impide cumplir una de nuestras tareas principales: organizar la Conferencia Nacional del Partido Comunista Rumano de septiembre. La conferencia nacional era estrictamente necesaria para salir del provisorato.

– A propósito de provisorato. ¿Considera que, de verdad, el Partido Comunista Rumano existe, de un modo u otro?

– Sí, existe. El Partido Comunista Rumano existe no sólo de facto, sino también de jure. De jure, porque no hay ningún acto jurídico que haya interrumpido su actividad; de facto, porque cientos de miles de comunistas honestos han conservado sus carnés y se siguen considerando comunistas. Además de éstos, existen cientos de miles de comunistas que no han tenido jamás carnés. En breve, no habiendo sido abolido de jure, no era necesario que nos reinscribiésemos en Tribunales. Hemos pasado, sin embargo, por el Tribunal del Municipio de Bucarest sólo para comunicar que nuestra actividad futura estará en pleno acuerdo con los principios del Estado democrático de derecho. Por otra parte, a excepción de Turquía, no existe ningún país en Europa donde el Partido Comunista no desarrolle sus actividades legalmente.

– Se ha afirmado mucho que usted estaría tentado en primer lugar por los gigantescos fondos y las fortunas inmobiliarias que pertenecieron al Partido Comunista Rumano.

– Que pertenecen al Partido Comunista Rumano. Pero el motivo de nuestro reingreso a la escena política es, repito, el desastre multilateral del país. Especulaciones se pueden hacer muchas.

– Pero usted mismo ha expresado en reiteradas ocasiones que dichos fondos le pertenecerían. ¿Qué haría con ellos?

– Es absolutamente normal que un partido decida qué hacer con sus fondos. En consecuencia, el Partido Comunista hará lo que estime conveniente hacer con ellos. Si va a apoyar la recalificación de los desempleados, si va a apoyar la asistencia médica, si va a apoyar la cultura y a los que no tienen vivienda, esto lo va a establecer el partido.

– Según sabemos, también el Partido Socialista del Trabajo reivindica los mismos fondos. A continuación, ¿ustedes van a pelear con Verdeţ y con Dudaş?

– Personalmente, soy pacífico. Por otro lado, jamás he mantenido mis conversaciones con el señor Verdeţ en un tono nervioso.

– Pero, ¿qué observó usted durante esas conversaciones? ¿El Partido Socialista del Trabajo los acepta? Porque ellos se consideran más estrechamente ligados al Partido Comunista Rumano que cualquier otro.

– Lo que haya notado, pueden ser sólo impresiones. Lo importante son las posiciones oficiales del Partido Socialista del Trabajo. Hasta ahora no recuerdo que, oficialmente, el Partido Socialista del Trabajo haya venido a nosotros con algún gesto hostil. En definitiva, estamos del mismo lado de la barricada, aún cuando vengamos de direcciones diferentes.

– ¿Cómo “de direcciones diferentes”?

– Hasta ahora, ningún jerarca del Partido Comunista Rumano ha expresado su deseo de bajar hasta nosotros. Además, para nosotros la noción de nomenclatura es un concepto marxista y operamos con él.

– A propósito, usted es muy joven. ¿Cuándo ha entrado al Partido Comunista Rumano?

– Cuando estudiaba en la facultad. Desde entonces y hasta ahora, no he sido ni siquiera miembro de ningún B.O.B.; no podíamos soportar el ceauşismo, con todo su cortejo de desvíos.

– Señor Zbăganu, usted que desea organizar necesariamente el Partido Comunista, declara insistentemente que no ha soportado el ceauşismo. ¿Acaso Ceauşescu no fue comunista?

– Si tenemos en cuenta los aspectos esenciales de los desvíos ceauşistas, observarán que Nicolae Ceauşescu ¡tendría que haber sido excluido del partido! ¡Desde hace años! Se descarriló él también, al mismo tiempo que se descarrila el tren de la revolución. Habría que explicar muchas más cosas. En breve, él ha tomado la dictadura personal, esencialmente stalinista, y nosotros heredamos de este modo el propio sistema que tenía en sí el gusano de la contrarrevolución.

– Perdóneme, ¿qué notas tuvo usted en materialismo dialéctico y en socialismo científico? ¡Pero sinceramente!

– En mis tiempos se hacía solamente la materia “Socialismo científico”. El titular del curso era un señor con un aspecto patriarcal, llamado Valter Roman. Nos enseñó en los cursos. El examen, sin embargo, lo dí con su asistente. Saqué 10. He tenido también un trabajo presentado en un círculo, Los movimientos de extrema izquierda en Italia. Era la época de gloria de las “Brigadas rojas”.

– ¿No habrá admirado usted a los miembros de esta organización terrorista?

– “Admiración” no es un término adecuado. El terrorismo, en el Occidente estable, es un modo de suicidarse. Si no aceptas la dictadura de la nomenclatura occidental, y esta dictadura existe, y no es para nada más limpia que la oriental, te puedes suicidar tomando una sobredosis de somníferos o poniendo bombas. Los militantes de las “Brigadas rojas”, de los “Núcleos armados proletarios”, de “Acción directa”, del grupo Baader-Meinhof, etc., han optado por la segunda posibilidad.

– Entonces, repasemos. Habría, dice usted, dos posibilidades. Usted excluye la segunda. ¿Milita por la primera, la de los somníferos? ¿A quién estarían destinados los somníferos?

– ¡Ars longa, vita brevis! Limitémonos a nuestros problemas. Ante la izquierda rumana se levantan problemas completamente diferentes. Antes que nada, el extremismo de izquierda no tiene legitimidad. El extremismo occidental de izquierda rechaza la vía formalmente democrática, porque tiene ante sí un adversario blindado. La izquierda rumana no tiene enfrente un adversario real. En nuestro país, la derecha tiene una legitimidad social muy débil. La derecha vive, en primer lugar, de la confusión del electorado. Los hombres que son simplemente de izquierda, se creen de derecha sólo porque son hostiles al sistema totalitario.

– No me ha respondido a la posibilidad de los somníferos. Entonces, ¿cuál sería aquí su campo y sus métodos de acción práctica?

– Nosotros nos hemos lanzado a la lucha política. Queremos recuperar en nombre de la izquierda aquel electorado que es, simplemente, de izquierdas. Pero una prensa casi sin excepción de derechas le impide a este electorado ser conscientes de sus intereses. No sólamente aquí, sino en todo el Este de Europa vivimos una gran mentira siniestra. Se identifica la democracia con el capitalismo y con la prosperidad. El tiempo pasa, la prosperidad no aparece, sino que sucede lo contrario, y sobre la democracia se juntan las nubes cada vez más negras de unas dictaduras, si no fascistas, entonces con tinte fascista.

– ¿Quién cree que promueve tal dictadura, o, digamos, que la prepararía?

– Las “reformas” que tienen lugar en el Este de Europa producen una polarización acentuada de la sociedad. Por un lado, una capa delgada de enriquecidos gracias a la reforma (enriquecidos en base a cualquier cosa, menos al trabajo), y por otro lado, la gran masa de los engañados. La capa de los enriquecidos por la reforma necesitará una dictadura que garantice sus privilegios recién adquiridos. Siempre los nuevos ricos han sido más rapaces, más cínicos, más agresivos que los ricachones degenerados. Ellos serían los beneficiarios internos. Pero también existen beneficiarios externos. ¿Quiénes? Si trazamos una línea y hacemos la cuenta, incluso solamente para el año 1990, descubrimos que la “reforma” del Este de Europa marcha crepitando con los motores a pleno, en beneficio del capital occidental. Los ejemplos son innumerables.

– Observo, señor Zbăganu, que le gustan las metáforas, y que tiene una frase bastante ejercitada. ¿Me equivoco al suponer que ha coqueteado un poco con la pluma?

– No se equivoca. Antes de 1989 tenía preparado un volumen de prosa corta. Prosa protestataria, que no podía, por supuesto, ser publicada por entonces. Por otro lado, en la zona del “Cenáculo de Lunes” de Manolescu o en la del “Cenáculo de Martes” de Ov. S. Crohmălniceanu, mi figura era relativamente conocida.

– ¡Pare, pare, pare! ¿Se ha vuelto a encontrar con su conocido de entonces, N. Manolescu, hoy presidente del P.A.C.? Constato que ya no esta tanto en la misma zona a la que se refería recién. Incluso por el contrario, cada uno de ustedes se encuentra en un extremo diferente del palo, para expresarme plásticamente; del palo que se agita por encima de o en el propio interior de la sociedad.

– No, no me he encontrado con el señor Manolescu desde que éste se ha hecho “hombre político”. O, más exactamente, desde que se ha hecho “crítico literario político”.

– Y si se encontrara con él, ¿de qué otra cosa conversaría, qué otras cosas emprendería, que otros textos disecaría?

– Creo que de literatura no tendríamos tiempo ni el uno ni el otro para conversar. En cuanto a la política, no entiendo cómo un intelectual como Manolescu puede poner su firma en llamados y declaraciones de un primitivismo atroz. Unos dicen de él que sería un “Havel de Rumania”. Me temo que para el puesto de “Havel de Rumania” tenemos ya unos cien candidatos. Si los dejáramos solos en una habitación, saldría un escándalo muy grande. Respecto al señor Manolescu, su aura de disidente se ha contorneado más después de 1989 y no necesariamente en “nuestras tierras milenarias”.

– Seguro, son sus opiniones. Nosotros las grabamos, señor Zbăganu, cómo decirlo, así, quizá sobre todo como opiniones de un participante de un cenáculo a otro. Creo que observa nuestra neutralidad.

En fin, le propondría juntar más ideas con vistas a unas colclusiones. Entonces, usted reivindica un lugar preciso de la izquierda del tablero político. ¿Cón quién cree que podría formar, en un momento determinado, una alianza?

– Con cualquier formación política, indiferentemente de cómo se autodefina. ¡En base a un programa mínimo!

– Señor Zbăganu, no olvidemos que la zona de centro-izquierda está extremadamente aglomerada, siendo reivindicada por muchas formaciones políticas, que han brotado como hongos luego de la revolución junto a nuestra chueca nacional. Incluso partidos de los que se sospecha que estarían orientados hacia la derecha afirman que tendrían tendencias matizadas hacia la izquierda. Creo que le sería escalofriantemente difícil escoger socios de un matorral semejante. O, en fin, camaradas de viaje. Tal vez aún más difícil le sería hacerse entender por ellos. Por ejemplo, el propio Frente de Salvación Nacional sostiene ser un tanto, si no incluso muy, “de izquierdas”. ¿Los ve como camaradas de ideas, de viaje o de lucha?

– El Frente de Salvación Nacional ha tenido tiempo suficiente para precisar sus posiciones. Por sus acciones, el Frente de Salvación Nacional ha demostrado ser un partido de derechas, restaurador de un capitalismo primitivo, el “capitalismo salvaje”, que, simplemente, ya no existe como tal en ningún país occidental. ¡Por ejemplo, el Frente de Salvación Nacional ha sacado a los trabajadores de los consejos de administración de las empresas! Es una acción elocuente de derechas. El Frente de Salvación Nacional ha restaurado la propiedad sobre la tierra, ignorando completamente los derechos naturales sobre la tierra que tienen los que la han trabajado en las últimas décadas. Es otra opción claramente de derechas. ¿Qué más podría añadir? ¡Se ve bastante! En cualquier caso el tiempo va a decidir respecto a nuestros futuros aliados.

– Permítame una pregunta más personal: ¿viven sus padres?

– Sí. Están en Bucarest. Los dos. Intelectuales, jubilados. Obviamente, nos vemos.

– ¿Comparten sus ideas? ¿No lo regañan?

– Como hombres que han conocido en propia piel el paraíso del capitalismo rumano interbélico, no pueden estar muy lejos de mi posición.

– Volvamos, para terminar, al desempleado Virgiliu Zbăganu. ¿De qué vive él hoy, en plena reforma postrevolucionaria?

– Lo voy a desilusionar. Ni del dinero de los rusos, ni del dinero de los chinos, ni del dinero de los agentes de la Seguridad reagrupados en el “centro” descubierto por Gelu Voican Voiculescu en Râmnicu Vâlcea. Tenía algunos miles de lei ahorrados para días negros. Se me han terminado. Espero recibir el seguro de paro en noviembre.

– ¿Pero si adquiriese por fin los fondos del llamado “difunto” Partido Comunista Rumano, del que usted afirma enérgicamente que existe?

– Podríamos organizarnos y llevar bien atendida nuestra campaña electoral. Ganaríamos las elecciones, yo sería el Primer Ministro, y a usted tal vez le pediría que fuera el portavoz del gobierno. ¿Aceptaría?

– No creo. Al principio de la conversación usted precisaba que es de géminis. Por casualidad, conozco otro horóscopo, con gran éxito en los consumidores de zodíacos: el chino. Según éste, usted sería Caballo. En general, el caballo tiene para los chinos muchas cualidades, entre ellas, el espíritu de sacrificio, que no se encontraría en último lugar. Cicerón, Carlomagno, Chopin, Rembrandt y Roosvlet fueron caballos. Lo que me intranquiliza en usted, señor Zbăganu, es que también Lenin fue Caballo: “tiene mucha sangre fría, egoísta, no muy sincero, pierde fácilmente la paciencia, si alguien se pone en su camino lo aparta sin muchas palabras, para esto se sirve de todos sus talentos”. Así pues, señor Zbăganu, ¿le molestaría mucho si, a pesar de todo, me niego?

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